sábado

El diálogo


Convertido en materia prima por el teatro y después por el cine, el diálogo suele aparecer en la narrativa actual más como un escaso objeto de lujo que como lo que es: una herramienta de trabajo fundamental para crear ficciones.


Veamos ahora las distintas funciones del diálogo en la narración:


Función informativa


La diferencia que más peso tiene entre el diálogo narrativo y el teatral (su antecesor) es la presencia o ausencia de narrador. En el teatro los personajes sólo se tienen a sí mismos para explicarse: sus palabras, sus gestos, sus acciones deben dar al espectador la información necesaria para comprender la historia que se cuenta.


Aunque es en el cine y en el teatro donde la función informativa del diálogo es más evidente, pues en la literatura el narrador puede hacerse dueño de ella, a veces el narrador se esconde tras sus personajes, les permite hablar, discutir, comentar, mostrarnos su historia. El narrador deja entonces de ser un dios para pasar a ser un mero ayudante de la acción que interviene sólo cuando es indispensable; nos guía hacia uno u otro lugar de la escena y cuida del decorado, pero es casi tan espectador como nosotros.


Avance de la acción


Que la acción avance a través de los diálogos es también una importante función de éstos, sobre todo en aquellos relatos en que los hechos deben sucederse con rapidez. Las palabras han de hacer avanzar la acción, han de ser capaces de producir movimientos anímicos que modifiquen el curso de los acontecimientos en un sentido determinado. Es esta una de las funciones más importantes del diálogo.


Función estilística


Esta función es llamada por la crítica moderna principio de los vasos comunicantes. Veamos cómo la define Vargas Llosa:
Consiste en fundir en una unidad narrativa situaciones o datos que ocurren en tiempos o espacios diferentes, o que son de naturaleza distinta, para que esas realidades se enriquezcan mutuamente, fundiéndose en una nueva realidad distinta de la simple suma de las partes.


Quien por primera vez utilizó esta función del diálogo fue Flaubert en Madame Bovary, en la famosa escena de la feria rural. Flaubert consigue crear un efecto hilarante al unir los ímpetus amorosos de Rodolfo y Madame Bovary con los ecos que llegan de la feria rural. Esta feria es una farsa electoral, y las promesas de Rodolfo -como se demostrará luego- son también una farsa. El lector sabe lo primero pero desconoce lo segundo. A través del trenzado de los dos diálogos Flaubert pone en aviso al lector y toma el pelo a sus enamorados.


Función escénica


Recordemos que las escenas son esas zonas del relato en las que el narrador, una vez presentada la situación, se retira para dejar a los lectores asistir directamente, sin intermediarios, a los acontecimientos. Escuchamos entonces, en muchas ocasiones, la voz de los personajes, acompañada sólo por puntualizaciones que el narrador deberá seguir haciendo acerca del tono, los gestos, los movimientos...


La aparición de diálogos sirve para mostrar directamente a los personajes, para crear escenas a las que el lector pueda asistir directamente. Suelen emplearse en las zonas importantes del texto, en aquellos momentos que requieren una visión más detenida de los sucesos o una dramatización.
Tanto si son presentados de manera clara y directa como si aparecen insertados en el texto de modo en apariencia caótico, los diálogos suponen siempre un respiro para el lector. Además, hacen coincidir el instante de la lectura con el tiempo de la acción: escuchamos y vemos a los personajes en vivo.


A continuación, algunos trucos para construir buenos diálogos:


-El diálogo debe ser dinámico: Un diálogo no debe consistir en la alternancia monótona de preguntas y respuestas. La réplica de un personaje a otro no tiene por qué ser la respuesta a esa pregunta.


-Los diálogos no deben decirlo todo: Como nosotros en la vida real, los personajes no siempre se lo cuentan todo ni han hecho voto de absoluta sinceridad; al menos no todos los personajes. Es normal que haya reticencias entre ellos a confesar íntegramente lo que piensan. Esta falta de información de los unos acerca de los otros puede llegar a complicar muy positivamente las tramas de las historias, e incluso a completar su sentido.


-Diálogo contrapunto: A menos que estemos realizando el guión para un culebrón, debemos tener en cuenta que nos hace falta un nivel de comunicación donde no se hable del problema en sí (del amor, del odio, etc.) a través de elementos que lo reflejan. No necesitamos que los personajes hablen directamente del conflicto para que el lector sepa qué ocurre. Con este truco podremos conseguir también juegos humorísticos o satíricos (por ejemplo, una escena de cama donde la pareja hable de horticultura, consiguiendo que un segundo sentido sexual emerja de esa situación).


-El problema del dijo: l dijo, ella contestó, él explicó... son latiguillos cuyo uso, si el diálogo es largo, debe dosificarse. Ahí van dos trucos para evitarlos: sustituir los dijo por acciones; sustituirlos por descripciones de estados de ánimo o pensamientos de los personajes que indiquen quién habló o hablará.


Propuesta de Trabajo


En la consulta del médico


Escribe una escena en forma de diálogo que transcurra en la consulta de un médico. Has de conseguir que se haga dinámica, entretenida, que suene natural y que el lector no se pierda entre un cúmulo de voces.

miércoles

La construcción de la escena

Un relato se compone de escenas encadenadas. Puede ser una sola escena para un relato ultrabreve, pero habitualmente son más, para permitir un planteamiento, un nudo y un desenlace. Incluso en el famoso microcuento de Augusto Monterroso, "Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", hay tres momentos:
el primero, elidido pero señalado por el adverbio "todavía", sucede antes de que comience el relato (el dinosaurio estaba en el sueño del protagonista). El segundo es el momento del despertar, de ruptura con el sueño y sus habitantes oníricos. El tercero, sorpresivo, es el descubrimiento de que el dinosaurio que ha traspasado de modo fantasmal la frontera del sueño y se ha instalado en la realidad. Ocho palabras que encierran un cuento fantástico con presentación, nudo y desenlace.


Así pues, las palabras construyen frases, que se encadenan formando escenas, y estas a su vez relatos o novelas. Y es en la construcción de las escenas en donde queremos detenernos en este capítulo, porque de algún modo constituye la unidad narrativa mínima: la que, cuando está bien edificada, nos sumerge en la lectura y nos encadena a la narración. Hay muchas maneras de hacerlo, y aquí vamos a ver una de ellas que, sin aventurar que sea la única ni la mejor, sí es, desde luego, una manera efectiva y utilizada por grandes autores de distintas épocas y tendencias.
Y lo primero que hay que decir es que una escena gira alrededor de algo, habitualmente un objeto físico tangible, y que, para que sea visible al lector, suele acumular una buena cantidad de objetos, sustantivos concretos, verbos de acción y repeticiones. Pero no uno ni dos, sino una buena cantidad de ellos.


Veamos un ejemplo para ver cómo funciona este esquema, sacado de uno de los mejores y más divertidos relatos de ciencia-ficción escritos nunca. Nos referimos al comienzo del Viaje séptimo, de Stanislaw Lem:
Cuando el lunes, día dos de abril estaba cruzando el espacio en las cercanías de Betelgeuse, un meteorito, no mayor que una semilla de habichuela, perforó el blindaje e hizo añicos el regulador de la dirección y una parte de los timones, lo que privó al cohete de la capacidad de maniobra. Me puse la escafandra, salí fuera e intenté reparar el dispositivo; pero pronto me convencí de que para atornillar el timón de reserva, que, previsor, llevaba conmigo, necesitaba la ayuda de otro hombre. Los constructores proyectaron el cohete con tan poco tino, que alguien tenía que sostener con una llave la cabeza del tornillo, mientras otro apretaba la tuerca. Al principio no me lo tomé demasiado en serio y perdí varias horas en vanos intentos de aguantar una de las dos llaves con los pies y, la otra en mano, apretar el tornillo del otro lado. Perdí la hora de la comida, pero mis esfuerzos no dieron resultado. Cuando ya, casi casi, estaba logrando mi propósito, la llave se me escapó de debajo del pie y voló en el espacio cósmico. Así pues, no solamente no arreglé nada, sino que perdí encima una herramienta valiosa que se alejaba ante mi vista y se iba achicando sobre el fondo de estrellas.
Un tiempo después, la llave volvió...


En el breve fragmento que hemos trascrito no hay un objeto concreto, sino un montón de ellos: espacio, Betelgeuse, meteorito, semilla, habichuela, blindaje, dirección, timones, cohete, escafandra, llave, tornillo, tuerca, pies, mano, comida, herramienta, estrellas... Nadie puede pensar que es casual esa acumulación de elementos, porque, además, la palabra llave se repite cuatro veces (o cinco si consideramos que la herramienta que se pierde en el espacio es la llave); dos veces cohete, timón, pies, tornillo, espacio, y como objetos relacionados con la nave espacial está cohete, blindaje, timón, dirección y escafandra. ¿No resulta extraña esta acumulación de elementos? ¿Cuál es su función? Pues es evidente: mostrar de manera plástica y concreta la nave en la que viaja Ijon Tichy. Su autor sabe que no basta con decir que Tichy viaja en un cohete: el lector tiene que ver el cohete, situarse en su interior y rodearse de todos esos objetos. De esa manera ya no le cabrá duda de que está viajando con Tichy por las cercanías de Betelgeuse.


Toda la escena, por otra parte, está saturada a su vez de verbos que indican acciones o movimiento (marcados en verde): cruzar, perforar, hacer añicos, privar, poner, salir, reparar, atornillar, proyectar, sostener, apretar, aguantar, escapar, volar, arreglar, alejar, achicar, volver... Y de nuevo hay que decir que no ha sido por azar, sino con un propósito bien definido: atrapar al lector desde el primer párrafo. Los consejos acerca del los buenos comienzos se cumplen a rajatabla: un personaje está en conflicto con su entorno. ¿O estar solo en medio del espacio con una nave que ha perdido la dirección no es un problema? ¿Cómo saldrá Tichy del atolladero? La única solución posible es seguir leyendo.


Si conectáramos las palabras repetidas o relacionadas con líneas, veríamos que bajo la piel de las palabras existe un armazón, un esqueleto invisible que sostiene la escena. Un armazón de objetos y acciones plenamente cinematográficos. Toda la escena gira alrededor de la llave, imposible de utilizar por un solo hombre. La escena termina con la llave perdiéndose en el espacio. Las cosas no mejoran.


La siguiente escena, de la que apenas hemos trascrito las seis primeras palabras, conectan con la escena anterior, pero no de una manera simbólica, sino física: la llave que en la última frase del primer párrafo se pierde en el espacio, regresa en la primera línea del segundo. El ensamblaje es perfecto.


Esa es, si no la más adecuada, sí una de las mejores formas de enlazar escenas sin que se rompa la continuidad de la historia: llevarse un objeto de un párrafo a otro (la llave, en este caso). Si la llave funciona como un hilo fino que va cosiendo las frases y los distintos planos de la primera escena (usando la terminología del cine) hasta dotarlo de un esqueleto invisible, la repetición literal del mismo objeto, que reaparece a comienzos del segundo párrafo, no hace sino coser también una escena con otra, de modo que la continuidad está asegurada.


¿Cuál es la enseñanza que podríamos sacar de todo ello? Creemos que es bastante clara: te recomendamos que construyas las escenas amueblándolas no con uno, sino con muchos objetos concretos, que escojas uno de ellos para hacer girar toda la escena a su alrededor, que no temas repetirlo de manera directa o a través de sinónimos, que introduzcas suficiente movimiento en su interior, y que te lleves un objeto, nombrado en las últimas líneas de la escena, al párrafo, escena o capítulo siguiente con el fin de asegurarte de que tu narración no discurre a saltos, sino en un continuo sin fracturas. Y ello es aplicable, y aún más necesario si cabe, en el caso en que entre una escena y la siguiente transcurran años.
Las escenas, por último, se deben enlazar a lo largo de un relato largo o de una novela con este mismo esquema: un objeto, sensación o acción se repite más allá, pero se anuncia aquí, a través de la premonición y la retrospección, las catáforas y las anáforas, las anticipaciones y los cumplimientos. Y sobre todo ese armazón concreto y visible, puedes y debes añadir los componentes abstractos, reflexivos, emocionales y filosóficos que precises: ya tienen un cuerpo físico donde alojarse y abandonar la vida de fantasma que tenían antes.


Propuesta de Trabajo


Tres escenas


Construye un relato con tres escenas. Entre cada una de ellas ha de haber transcurrido, como mínimo, seis meses. Cuando lo tengas escrito, comprueba que se atiene a lo que se ha comentado.

martes

El tratamiento del tema


Los grandes temas -y a estas alturas ya lo saben todos- no existen. Lo importante en el cuento es la trama, esto es, cómo se organiza artísticamente la historia en el discurso y el tratamiento que se le da a la idea.
Vamos a ver a continuación algunos aspectos del cuento que nos pueden ayudar a la hora de tratar los temas.
AJUSTE DE LA FORMA AL TEMA
Sea cual sea el tema que escojamos para nuestro cuento, todo en éste (los recursos expresivos, el tono, los detalles...) debe estar a su servicio. No basta que el tema conmueva a quien lo escribe, sino que el autor ha de utilizar todas sus armas para que conmueva al lector.
Sin embargo, atender al tema no tiene por qué implicar un conocimiento de todo lo que ocurrirá en el cuento, sino que más bien es un punto de partida, el centro de gravitación, una chispa alrededor de la cual se irá tejiendo el relato en círculos concéntricos.

BREVEDAD
Una de las características más representativas del cuento contemporáneo y que, por tanto, va a afectar al tratamiento del tema, es la brevedad. Conviene tener esto en cuenta a la hora de sentarse a escribir, pues la economía de medios es fundamental. Las largas digresiones o descripciones están reservadas a la novela. Todo lo superfluo que eliminemos en un relato irá a favor de su efectividad.

UNIDAD Y ESFERICIDAD
En la misma línea, en el cuento hay que trabajar la unidad. El tema, la idea, es una chispa; al crear el relato alrededor de ella, conseguiremos que el efecto final sea unitario. Al contrario que en la novela, donde se trabaja acumulativamente, estirando de varios hilos, con temas y ramas secundarias, el cuento requiere una unidad que nos haga percibirlo como un todo, como una descarga eléctrica. Cualquier elemento que distraiga la atención del lector hacia temas circundantes hay que suprimirlo. Es preciso procurar no caer en la tentación de irse por las ramas; ése es un privilegio que, como indica Julio Cortázar, uno sólo puede permitirse en la novela.
Pensad en los buenos cuentos que habéis leído, aquellos que perduran en la memoria, y os daréis cuenta de que ninguno carece de unidad. Intentad, también, eliminar de ellos una frase, un párrafo. Comprobaréis que el relato se tambalea y pierde sentido. Este mismo ejercicio debéis hacerlo con vuestros propios cuentos una vez escritos. Si no superan la prueba, replantearos el tema y la forma en que lo habéis desarrollado. Para que esta característica de todo buen cuento no se os vaya de la cabeza, mirad cada relato que escribáis como quien mira una esfera. Ha de ser algo redondo, cerrado, cíclico.

INTENSIDAD
Otra noción interesante al tratar el tema es la de intensidad. No hay que confundir intensidad con efusión o con énfasis (cuidado). Sencillamente, para conseguir que el relato sea intenso, ha de importarnos de verdad, el escritor ha de meterse hasta el fondo, sumergirse a cien metros de profundidad. Es una cualidad que no ha de percibirse a simple vista, no ha de traducirse en un estilo afectado o enfático (que lo único que conseguiría sería empalagar al lector, inducirle a desconfiar de lo que le estamos contando), sino que es algo intrínseco al proceso de creación. Si el escritor vive con intensidad la historia que está contando, hay muchas probabilidades de que contagie al lector esa sensación.

OBJETIVACIÓN DEL TEMA
Hay pocas cosas en que todos los escritores estén de acuerdo, pero una de ellas es que escribir es para ellos una necesidad. Para escribir hay que obsesionarse, y de esa obsesión nace la escritura. Todo escritor saca sus fantasmas de su interior, se deshace -o lo intenta- de ellos a lo largo de las páginas, en cuentos o en novelas, en poemas y artículos.
Pero hay que tener cuidado, en literatura, de que a lo largo de ese proceso de liberación o exorcismo se objetive la obsesión. Ha de existir una distancia entre los temas que invaden nuestra mente en forma de pensamientos e ideas gelatinosas y su trasvase a un relato, en el que han de tomar forma de monstruos o sirenas, de hombres y mujeres que van o vienen, y que no son nosotros mismos. Es error muy común en los principiantes lanzarse a ese exorcismo desenfrenadamente, escribiendo sobre el papel directamente aquello que les preocupa: la injusticia social, que su mujer o su marido no les comprende, etc. Eso no es literatura, por muchas metáforas y metonimias que se utilicen. Los fantasmas han de atravesar la pared de nuestra mente y sentarse en el sofá del salón, y sólo entonces podrán convertirse en literatura.

Propuesta de Trabajo

Un microcuento

Elige un tema aparentemente nimio (un grano de arroz, la caída de una hoja en otoño, una persona leyendo en el metro...) y dale forma en no más de veinte líneas. Cuando lo hayas hecho, revísalo siguiendo las características que se han dado en esta lección y, si el texto no las cumple, corrígelo hasta conseguir que se atenga a ellas.