lunes

Fábrica de creación de personajes I

MANUAL DEL PERFECTO CREADOR DE PERSONAJES NOTA INTRODUCTORIA


Este manual pretende ayudar a la creación de personajes literarios, serios y de corte humorístico, desde mi propia, subjetiva y humilde experiencia. No he encontrado nada específico al respecto en autores consagrados, aunque sí ciertas citas que se refieren a la creación de personajes, englobadas dentro de algo mucho más amplio, como es la creación literaria. Citas que reseñaré en otro apartado de este manual.

El hecho de que esté dedicado fundamentalmente a la creación de personajes literarios no implica que no pueda extenderse a la creación de personajes cinematográficos, a través del guión y a los teatrales.

DOS TÉCNICAS FUNDAMENTALES

Me apasiona la faceta de la interpretación, de ahí que haya decidido aplicar también sus técnicas a un proceso que es diferente, aunque ambos tengan muchos puntos de contacto. De todos es conocida la escuela de interpretación del Actor`s Studio, de donde han salido grandísimos actores cinematográficos y teatrales que no vamos a citar pormenorizadamente ahora.

Mi conocimiento del método Stanislawsky es superficial y tangencial. Me viene de la lectura de biografías de actores y directores de cine. Sé, por ejemplo, que Marilyn Monroe estudió allí y en sus rodajes iba acompañada casi siempre de la esposa del actor del método. Actualmente estoy viendo documentales en la tv por cable sobre actores contemporáneos que han estudiado allí.

Para darles algunas nociones sobre la creación del personaje literario desde dentro del mismo me basaré en este método. La otra técnica es la clásica, la del actor que recrea a su personaje desde fuera, como si pintara un cuadro, añadiendo pinceladas aquí y allá.

TÉCNICA DE CREACIÓN DE PERSONAJES DESDE DENTRO

El método Stanislawsky se basa en la interpretación de un personaje intentando situarse en el interior del mismo. Para ello el actor intenta ponerse en la piel del personaje y adaptar la conducta, los gestos, la voz y el carácter del mismo a sus propias experiencias, es decir a vivencias que tienen ciertos puntos de contacto con las que se le suponen al personaje.

Así, para interpretar a un asesino en serie, un actor que siga este método buscará en su interior experiencia de odio hacia alguien e intentará aplicar sus fantasías y emociones a la interpretación de este personaje. Se documentará estudiando la vida de conocidos asesinos en serie y si puede se entrevistará con alguno en la cárcel para ponerse en su piel con más facilidad.

Esto se puede aplicar a cualquier tipo de personaje. Si se trata de uno que está enamorada el actor buscará en sí mismo emociones y conductas que se aproximen a lo que se supone que su personaje debe sentir en la historia que está interpretando. Se trata de interpretar desde una recreación interior de emociones y vivencias del personaje. Una vez que siente lo que aproximadamente debería sentir su personaje en determinadas circunstancias intentará expresarlo a través de gesticulaciones, modificaciones del rostro, de la voz y de la conducta. No siente ningún recelo a que su propia personalidad se exprese a través del personaje mientras su personalidad se ajuste como un guante a la personalidad del personaje.

En la creación literaria esta técnica tiene que sufrir necesariamente alguna modificación, ya que el creador literario no va a “interpretar” al personaje, sino a describirlo a través de la palabra, contando sus andanzas en una historia.

No necesita, pues, poner la voz que se supone tendría el personaje o imitar su forma de caminar, de gesticular o de expresar emociones a través del rostro. Aquí se trata de intuir cómo actuaría un personaje literario en determinadas circunstancias y describirlo en la narración.

DIFICULTADES DE ESTA TÉCNICA

No todos los escritores, como no todos los actores, gustan de un proceso creativo en el que hay que poner mucha carne en el asador y “tostarse” a veces. Les parece un proceso un tanto esquizofrénico y demasiado duro para los supuestos resultados que se van a conseguir.

No es mi caso, nada más sencillo para mí que introducirme en la piel de un personaje y “vivir” lo que luego tengo que narrar en un relato. Por eso a quienes encuentren muy problemática esta técnica les aconsejo la otra.

TÉCNICA DE CREACIÓN DE UN PERSONAJE DESDE FUERA

Es mucho más sencilla, aunque tiene también sus dificultades. Les sugiero que se vean como pintores que van a pintar un cuadro determinado. Antes de tomar el pincel es conveniente documentarse. Si su personaje es, por ejemplo, policía, no estaría de más que se documentasen sobre cómo funcionan las policías del mundo. A qué leyes deben atenerse, cómo están organizadas, y si conocen a alguien de su entorno que sea policía intenten hablar distendidamente con él.

Documentarse sobre uniformes, armas, horarios y protocolos de actuación en los diferentes supuestos que pueden darse, así como todo lo que tenga relación con su personaje no es ahora complicado, ya que a través de Internet resulta mucho más sencillo que ir a una biblioteca pública y regresar a casa con un montón de libros.

Una vez documentados comiencen a dibujar el físico del personaje. Para ello pueden buscar fotos de personas reales con cierto parecido a cómo sería físicamente el personaje que han imaginado.

Mi experiencia personal me dice que una foto es de gran ayuda a la hora de describir el físico de un personaje. Así, si buscan miradas peculiares, adecuadas a la idiosincrasia del personaje pueden buscar fotos, estudiarlas y cuando encuentren algo parecido intenten describirlo. En el proceso el personaje sufre cambios, se hará más personal, más “criatura del creador”. No se inhiban y déjense llevar en este proceso, el subconsciente les dará agradables sorpresas.

Una vez dibujado el personaje y llevado al cuadro necesitan formar su carácter. Muchas veces la historia que van a contar les obligará a darle o quitarle cualidades o defectos que en un principio les gustaban para el personaje. No pueden, por ejemplo, describir a un personaje como vital y alegre si han pensado para él un final dramático (el suicidio, por ejemplo). O bien crean situaciones trágicas que hagan creíble ese final o su personaje nunca será verosímil.

Si necesitan una mujer o un hombre atractivos para un personaje busquen fotos de mujeres u hombres atractivos o recuerden personas así en su entorno cotidiano. A partir de este momento comienza el proceso de fotoshop o edición de fotos. Imagínense en la pantalla de su mente a la persona que han elegido y mentalmente vayan poniendo o quitando, retocando ese rostro y ese físico. Si quieren hacerlo con una foto en el ordenador será muy divertido. En mi caso, no siempre, pero a veces esbozo al personaje, guardo el texto en un archivo y pongo una foto de la persona en la que me estoy fijando para describirle en ese mismo archivo. Al final mi personaje se acaba pareciendo muy poco al modelo, pero al principio ayuda mucho.

Los retoques pueden ir en el sentido de : mi personaje está un poco más gordo, es más cabezón, o más delgado o tiene los ojos de otro color o… Este es un proceso meticuloso y muy largo. Si no disponen de tiempo limítense a buscar una imagen que se acerque al físico de su personaje, interiorícenla y dejen que el tiempo y su subconsciente hagan el resto.

Como en este taller no hay ninguna prisa en crear a su personaje, lo que importa es que lo hagan bien, dense el “gustazo” de seguir todo el proceso y disfruten del resultado. Cuando tengan menos tiempo y más urgencia en crear un personaje esquematicen el proceso y sáltense las partes menos importantes.

Lo ideal sería que en un determinado momento ustedes pudieran imaginarse que alguien llama a su puerta y “¡hete aquí!” que allí está su personaje, tal como lo habían imaginado. Invítenlo a pasar, preséntense y charlen con él sin prisa. Si pueden hacer esto, introducir a su personaje en una historia o en un relato cualquiera será como coser y cantar.

Un dato importante: los personajes se suelen crear para que forman parte de una historia concreta. Una vez que lo hayan creado tendrán que adaptar su físico y su personalidad a esa historia. También es posible hacerlo al revés: crear al personaje y luego le dan una historia en la que se sienta cómodo.

En mi caso esto es lo que hago con mis personajes humorísticos, primero los creo y luego les doy una historia a su medida. Cuando tengo ya una historia intento que el personaje que estoy creando se adapte bien a ella. Nota importante: No se asusten si el personaje comienza a caminar por su cuenta y les estropea lo que tenían previsto para él. Estos personajes son los mejores, los ideales. Tendrán que modificar la historia previamente esbozada. No importa, la nueva será mucho mejor que la anterior.

Slictik´s Blog

Fábrica de creación de personajes II

EL PERSONAJE EN EL RELATO


Una vez que el personaje está creado hay que pasar por un largo proceso para introducirlo en la narración. Habrán esbozado un pasado del personaje y unas características que a menudo no serán necesarias en esa historia concreta. No se preocupen, en la vida real, cuando conocemos a una persona no sabemos todo sobre ella y probablemente nunca lo sabremos, pero a pesar de ello está ahí y los rastros de su pasado aparecen en su rostro, aunque solo con el tiempo llegaremos a conocer esos detalles.


En una narración ese personaje solo dejará que el lector sepa determinadas cosas sobre él. El resto no interesa, aunque el lector intuirá que hay mucho más de lo que está viendo. Si es un personaje “sólido” puede ser aprovechado en otras historias y hasta el lector se las imaginará para él.



En este momento comienza el relato. Tienen al personaje y ahora comienza a “vivir” a hacer cosas. Escriban el primer capítulo y vean cómo funciona el personaje. Si tiene que interactuar con otros los habrán esbozado ya o lo harán en ese momento. Si son secundarios el proceso será más corto y sencillo y si son coprotagonistas deberán hacer con ellos lo mismo que hicieron con el protagonista.



Según vayan narrando la historia el personaje, los personajes, cambiarán. Incluso llegará un momento en el que se sientan bloqueados. No se asusten, es algo perfectamente normal. Dense un tiempo, dejen que la historia se “cueza” en su subconsciente y estén atentos a los nuevos “olores” que saldrán de la olla. Forzar a los personajes o la historia siempre es contraproducente, es mejor dejarlo reposar un tiempo. En algún momento se les ocurrirá algo que solucionará un problema o el personaje hará algo en su imaginación que les parezca mucho más verosímil que lo que estaba haciendo en ese momento en la historia.



UN ÚLTIMO CONSEJO



No intenten actuar como dioses creadores que manejan a sus criaturas como si fueran marionetas. Estos personajes nunca funcionan bien.


Véanse mejor como espectadores que observan el desarrollo de una historia delante de sus narices. Tomen notas, analicen, imagínense qué pasaría si…


El resto de detalles de este proceso será mejor que los vivan paso a paso y conforme surjan los problemas los iremos despachando.


Recuerden que documentarse es muy bueno, que observar y anotar lo que sucede en nuestra vida cotidiana, cuando algo nos llama la atención, puede servirles y que los sueños a veces son mucho mejor que ver una película donde nuestro personaje está actuando.


Procuren no sufrir en exceso al crear un personaje, si no se divierten haciéndolo es que algo está fallando. Cuando una fantasía nos resulta dolorosa tendemos a dejarla y cambiarla por otra. Hagan lo mismo con sus historias y personajes, si se bloquean, si sufren en exceso, busquen otro personaje y otra historia donde se diviertan más. Esto no es un trabajo por el que reciben un salario mensual. No tienen que ir a trabajar para cobrar. Esto es un juego, una diversión, la recompensa serán momentos muy felices. Si logran divertirse escribiendo y creando personajes un día, no muy lejano, descubrirán con sorpresa que alguien les dice que su historia les ha encantado, que sus personajes parecen reales y hasta esbozarán una sonrisa y les dirán: “maestro, me quito el sombrero”.


No hagan demasiado caso, lo mismo que si les dicen que su relato es un ladrillo indigesto. Si ustedes han disfrutado y son felices seguro que alguien se sugestionará con lo que han hecho. El esto es suerte y buena estrella. Tal vez lleguen a escritores consagrados que vendan más libros que donuts gratis a la entrada de un colegio, tal vez reciban palmaditas en la espalda e incluso les dirán : ¡Oh, fulanito!¡Oh menganito! ¡Qué grande eres!


No hagan caso, lo importante es que ustedes estén satisfechos con lo que han hecho y se hayan divertido mucho. Puede que pasen a la historia de la literatura o no, puede que vendan y se hagan ricos o no, puede que nunca sepan que después de muertos son auténticos “Kafkas”, eso es accesorio, no está en su mano, como no lo está que mañana les toque la lotería.


Un escritor, un creador de personajes, es una persona que vive con más intensidad que el resto, que sabe más de sí mismo y de los demás, que es más feliz, más generoso, mejor persona. Y sobre todo es alguien que se ha divertido infinitamente más que el resto de los mortales. Recuerden la orgía perpetua de Vargas Llosa y de Flaubert. El resto es humo para empañar la visión de los incautos.

domingo

Supuesta carta de despedida de Gabriel García Marquez

En realidad "Gabo", Gabriel García Marquez no escribió este texto.

El mismo apareció en internet hace cosa de unos seis años, luego salió el premio nobel a desmentir la supuesta autoría de estos versos, e incluso dijo de ellos, que le parecían malísimos.

Por suerte García Marquez está muy bien de salud, y esto no es más que un texto fantasma, como aquel otro que le adjudicaban a Borges, mas o menos del mismo tenor, donde decía entre otras cosas que si hubiera tenido más tiempo de vida, hubiese tomado más helados...

no hace falta ser muy experto, para reconocer que un texto tan infantil nunca podría haber sido escrito por el maestro Borges, y sin embargo hay gente que todavía lo cree.

Sin embargo y pese a lo que mencionamos arriba, hemos decidido poner este texto que no está del todo mal, aunque no sea propiedad intelectual de Gabriel García Marquez.

jueves

Llega a su fin, el primer concurso internacional de cuentos, de "los escribidores"




Amigos, es con inmensa dicha que brindamos por la finalización de nuestro primer concurso de cuentos y relatos. El mismo coincide con la inauguración de este blog, que como ustedes comprenderán, da por sepultado al viejo, ya demasiado obsoleto para estas lides.
Desde estas líneas, queremos estrechar en fuerte abrazo, a quienes compartieron con nosotros esta hermosa aventura de escribir, que no solo imlicaba participar en un concurso literario, sinó también hacernos conocer sus trabajos, independientemente del resultado final en el concurso.
Por supuesto que debemos felicitar a los ganadores, y a aquellos que obtuvieron menciones especiales; sin embargo no proyectamos desanimar a quienes en esta ocasión no lograron tal galardón, alguien tenía que ganar, y que no fuera uno mismo no establece una tendencia, tan solo un criterio del momento. Nuestra comunidad nació de la lucha como todos saben, de la persistencia por hacer un huequito en el campo de la literatura, así que como dicen los chicos ahora "no me bajés los brazos". Todo fracaso, si tal es la consideración que le cabe, es solo la oportunidad en el futuro, de hacer algo distinto para intentar cambiar el resultado de las cosas.
Hechas estas primeras salutaciones, y las aclaraciones correspondientes, vamos a situarnos en lo que será el encuentro de gala, donde premiaremos a los ganadores y otorgaremos las demás menciones especiales.
La misma se llevará a cabo el Domingo 9 de noviembre a las 17:30 hrs, en el centro cultural Sebastian Piana, sito en Av. La Plata al 1151, y se verificará de la siguiente forma:
-17:30 hrs, acreditación y apertura
-18:00 hrs, discurso de bienvenida a cargo del periodista y escritor Carlos Dorrego Almudio
-Palabras a cargo de personalidades invitadas al evento (a confirmar), pequeña muestra de danza contemporánea a cargo del grupo Tango sur.
-18:30 hrs, presentación de los textos galardonados y sus autores, breve lectura del principio de los tres primeros cuentos premiados, a cargo de la escritora y docente Maryan Gonzalez (presidenta del movimiento literario "Los escribidores"), el periodista Carlos Dorrego, y la poetisa Nahomí Gonzalez.
-19:00 hrs, entrega de los premios y testimonio de los concursantes.
-19:30 hrs, cierre y brindis final, amenizado con un pequeño show del grupo Tango sur.
Hasta ahí el cronograma de actividades proyectadas, pero tenemos algunas sorpresitas en la manga, que todavía no hemos podido confirmar, por lo cual no nos hemos animado a publicarlas, pero que seguramente podremos ir decantando en el transcurso de la tertulia.



Queremos agradecer desde estas líneas, a todos quienes de una forma u otra han contribuido a gestar este evento, y especialmente queremos saludar a los tres autores que han recibido las flores máximas de este concurso, es un privilegio para nosotros poder publicar sus trabajos; el uruguayo Leonardo Siré, la mexicana Cristina Aguirre Montijo, y el santafecino Lucas Bertolucci, gracias en nombre de ustedes, a todos para que no haya ni omisión ni olvido.

Artículo relacionado: Conoce a nuestros 3 primeros galardonados

martes

Presentación en sociedad, de los ganadores del primer certamen literario "Los escribidores"



Amigos todos, con alegría indecible y no menor orgullo, presentamos a continuación, a nuestros tres primeros galardonados, en esta suerte de certamen que esperamos, se convierta en un ritual tradicional para los escribidores. No vamos a contar sus vidas enteras, apenas haremos un breve resumen de lo que son y han sido, para que les conozcan, dado que se trata de tres nuevos y muy talentosos escribidores. Sin mas que decir, les dejamos con ellos para que cuenten y digan, lo que son y lo que han sido.


Lucas Bertolucci, 3er premio.

Este orgulloso Santafecino (la patria de León Gieco entre otros), ha llegado a sus jóvenes 36 años, a plasmar en versos sus sueños. Según él, escribir es una necesidad de soltar en palabras, el pájaro de su garganta. De profesión arquitecto, soltero, con un hijo: "Ezequiel" que es su inspiración, amante de los libros más que el futbol, y de la poesía y los buenos vinos de mesa, esos que se beben despacio como los recuerdos. Ha publicado dos libros de poesía en el extranjero, y aspira a seguir desarrollándose como escritor, para seguir logrando cosas importantes. Ha estudiado narrativa y ficción literaria, en el taller del maestro Vargas, y anhela poder vivir de sus versos, para dedicarse enteramente a su verdadera pasión.



Cristina Aguirre Montijo 2do premio.

Esta entusiasta Mexicana de ley, proveniente del Distrito Federal, o ciudad de México ha llegado hasta nosotros, para decirnos que la tierra de Juan Rulfo, Angeles Mastretta, Carlos Fuentes, y el nobel Octavio Paz entre otros, sigue dando buenos escribidores. Esta bella y joven mujer de apenas 36 años, no solo es madre orgullosa de 3 vástagos, y esposa enamorada, es también artista plástica, profesora de literatura con un posgrado en letras, y poetisa ferviente. Durante años trabajó en la empresa de su suegro, hasta que terminó sus estudios. Mas tarde decidió decantarse en forma definitiva, por gestar sus vuelos de amor en palabras. Ha publicado un libro de cuentos y otro de poesía en prosa. Actualmente está escribiendo un ensayo sobre los indígenas Mexicanos, del que esperamos pronto tener noticias frescas. Tiene un espacio en una audición radial, conducida por una buena amiga suya "Sunny", en donde intenta mezclar la literatura con buen Jazz de fondo.



Leonardo Siré 1er premio.

¿Que podemos decir de alguien que ha nacido en la tierra de los Benedetti, de los Galeano, de los Quiroga, solo por citar a algunos escribidores orientales? Este buen charrua, nacido en Montevideo, y oriundo de Malvìn, una populosa barriada de gente obrera, hace digno honor a su orígen "yorugua". Para nosotros representó una grata sorpresa que un hermano tan cercano, finalmente se hiciera con el máximo galardón, y demostrara que Uruguay sigue y seguirá dando buenos amigos de las letras. Este joven escribidor de 33 años, es "manya" a muerte, y padre enamorado de su pequeña Aylén Abigail, su princesa de la alegría, de tan solo dos añitos de edad. Leonardo es Periodista, Analista en marketing, pero además es docente en informática. Actualmente tiene una empresa propia en el rubro de la informática.
Por si fuera poco, el multifacético escribidor oriental, toca la guitarra y canta, ha compuesto algunas canciones, ha musicalizado algunos poemas importantes, y forma un trío de música folclórica junto a su padre y un tío, el trío Manduá, nombre musical si los hay. Leonardo se define como un autodidacta con suerte, y pese a su talento, descree totalmente del aplauso inmediato. Su visión del mundo, es la de un pensador o intelectual de izquierda, con una mirada crítica hacia la sociedad. Hace años logró un segundo lugar en un certamen de poesía, y sabe que este logro en el presente, puede ayudarle a encaminar un poco mas sus pasos, hacia su gran cometido de erigirse como escribidor a perpetuidad. Está trabajando actualmente en una novela, de la que no ha querido soltar prenda, y cuyo gesto respetamos y acatamos, y esperamos pronta publicación.

Los géneros


El estudio de los géneros puede ser de muchísima utilidad al escritor, porque le permitirá escoger -inconsciente o premeditadamente- el papel pautado al que mejor se adapte la historia que quiere contar.
Vamos a graduar las narraciones en una escala ascendente que va de lo probable a lo improbable, de lo improbable a lo posible y de lo posible a lo imposible.

Relatos realistas: lo probable
Un cuento realista es el resultado de la voluntad de reproducir, lo más exactamente posible, las percepciones de la naturaleza, de la sociedad y de los sentimientos y pensamientos del ser humano. El narrador se planta en medio de la vida cotidiana y observa los hechos desde la altura de un hombre del montón. Su intención es que lo tomen por un testigo prescindible. Presume despersonalizándose. Es más: quiere hacernos creer que su única fuerza creadora consiste en la capacidad de duplicar la imagen del mundo. Esto no es, por supuesto, más que un espejismo, porque la objetividad no existe en literatura, y según el narrador elija una historia u otra, unos personajes u otros, unos elementos determinados u otros, el mundo que reflejará el relato será distinto, por más que al lector le parezca que está sacado de sus alrededores.

Lo común de las subclases del realismo literario es, pues, que todas ellas nos muestran acontecimientos ordinarios, probables. El romántico los contará con el ánimo sacudido por fuertes sentimientos. El impresionista analizará, para describirlos, las reacciones de su propia sensibilidad. El naturalista los expondrá de forma que corroboren su tesis de que el hombre es un producto determinado por las mismas leyes que rigen la vida de los animales.

Relatos lúdicos: lo improbable
El narrador de este tipo de historias no llega a violar las leyes ni de la naturaleza ni de la lógica, pero se le ve el deseo de violarlas. En todo caso, se especializa en excepciones. Exagera. Acumula coincidencias. Permite que el azar maneje a los hombres. Con subterfugios nos hace creer que estamos ante un prodigio; prodigio que luego resulta tener una explicación nada prodigiosa. Busca climas exóticos, personajes excéntricos, situaciones excepcionales y explicaciones de lo que a primera vista parecía increíble.
Sería el caso, por ejemplo, de los relatos de aventuras y de las historias policiacas. Veamos las principales características de estos dos subgéneros:

Relatos misteriosos: lo posible
Los acontecimientos en este tipo de cuento son posibles, pero dudamos de cómo interpretarlos. El narrador, para hacernos dudar o para crearnos la ilusión de irrealidad, finge escaparse de la naturaleza y nos cuenta una acción que por muy explicable que sea nos perturba como extraña. En vez de presentar la magia como si fuera real, presenta la realidad como si fuera mágica. Este es el fundamento, seguro que lo habéis adivinado, de ese subgénero llamado realismo mágico, en que se cuenta el descubrimiento del hielo como si fuera la séptima maravilla (Cien años de soledad, de García Márquez) o la ocupación de una casa por algo que no se sabe lo que es ("Casa tomada”, de Julio Cortázar). El narrador se asombra como si asistiera al espectáculo de una segunda Creación.

Visto con ojos nuevos a la luz de una nueva mañana, el mundo es, si no maravilloso, al menos sobrecogedor. En esta clase de narraciones los sucesos, siendo reales, producen la ilusión de irrealidad.

Otro subgénero dentro de este tipo de relatos, sería los CUENTOS DE MIEDO, en los que por medio de una atmósfera propicia y unos agentes de la acción peligrosos, se logra crear ese clima de extrañeza del que hablábamos un poco más arriba.

Relatos fantásticos: lo imposible
Los sucesos de un cuento fantástico pueden transcurrir en este mundo, y que una parcela, únicamente una parcela de nuestro mundo normal se vea amenazada o afectada por el golpe que recibimos de un mundo desconocido. Sería el caso de los cuentos de fantasmas y de la ciencia-ficción (que recrea un mundo futuro, pero justificado por los adelantos técnicos). Pero también existen los cuentos totalmente fantásticos, o maravillosos, en los que los hechos transcurren en un mundo tan anormal (anormal desde el punto de vista humano) que nada de lo que allí ocurre amenaza o afecta a nuestras vidas (sería el caso, por ejemplo, de los cuentos de hadas).

Lo fantástico se basa en la vacilación experimentada por el lector -conocedor sólo de las leyes naturales- ante un suceso aparentemente sobrenatural. Cuando la duda se disipa, cuando el quebrantamiento del orden lógico y natural es ilusorio, el cuento entra en el género de "lo extraño”. Si, por el contrario, se decide que la intervención de lo sobrenatural es una prueba efectiva de la existencia de leyes desconocidas por el hombre, el cuento pertenece al género de lo maravilloso. Lo fantástico, pues, es la línea divisoria entre lo extraño y lo maravilloso. La incredulidad total y la fe absoluta nos sacan de lo fantástico. Sólo la duda nos mantiene en lo fantástico.

Temas fantásticos serían, por ejemplo, las metamorfosis, la invisibilidad, el desdoblamiento de la personalidad, las deformaciones del tiempo y del espacio, la interpenetración de sueño y realidad, el más allá de la muerte, la personificación de las ideas, la zoología fantástica, la existencia de seres maravillosos, etc. Algunos de ellos tienen que ver directamente con lo que llamamos ciencia-ficción.

Propuesta de Trabajo

Relato de género

Escribe un relato que se ajuste a uno de los géneros que aquí se han visto. Pero introduce, sin que resulte inverosímil, algún elemento de otro. En un cuento realista haz que aparezca un ovni, o en uno fantástico manda a un enanito al Ayuntamiento a empadronarse en su nueva seta.

sábado

El personaje



Los personajes... Esas fieras de las que el escritor no puede huir por mucho que corra; esos coleópteros en los que, como en La metamorfosis, de Kafka, el narrador de historias se ve convertido una mañana, sin saber muy bien cómo ni por qué; esos imitadores lúcidos y descarados de las personas; esos invasores de la Tierra que, aprovechando la imperfección del ser humano, se hicieron con nuestra conciencia de la realidad...
Al principio dan miedo, todo escritor lo sabe. Uno se introduce en un personaje y no sabe cómo va a acabar, ni si algún día saldrá de su piel. Parece una catarsis, un viaje astral, una transubstanciación, la famosa abducción de la que los crédulos hablan, alguna de esas historias en las que uno nunca ha creído. Vivirlo en las propias carnes da vértigo, qué duda cabe. Pero sólo las primeras veces. Luego le coges el gusto, y te zambulles sin miedo en los más diversos especímenes (depravados, violentos, tiernos, amorosos, envidiables, envidiosos, estúpidos...), hasta el extremo de no querer volver a tu ser habitual, tan aburrido, tan monótono, tan cotidiano.


Pero veamos cómo se alcanza ese estado de otredad en el que el escritor se sumerge cada vez que narra una historia, y que acaba convirtiéndose en un proceso automático, casi mecánico. Conocerlo nos puede ayudar a propiciarlo cuando las cosas no funcionen como deberían.


Acción y personaje
Acción y personaje están íntimamente ligados en cualquier obra literaria. La unidad del relato requiere que el personaje sea consecuente con su personalidad, por lo que no podemos atribuirle actos que él, por su propio pie, no realizaría (Don Quijote nunca podría decir: “To be or not to be, that is the question”);
de la misma forma, si tenemos claro el argumento de la historia, hemos de escoger un personaje funcional que lo lleve a buen término, que nos facilite la tarea en lugar de estorbarnos (si deseamos hablar de la ruptura de una pareja por culpa de los malos tratos del marido, éste último no puede ser alguien equilibrado y encantador).


Si hacemos este primer examen y comprobamos que el personaje le viene grande a la historia (es decir, se nos va por las ramas o tiende a expandirse en toda su complejidad, más allá de las fronteras que le teníamos marcadas), quizá nos tendríamos que plantear escribir una novela o servirnos de un personaje más simple, con los rasgos imprescindibles para que el argumento funcione; de la misma forma habremos de actuar si, por el contrario, la historia le viene grande al personaje (por ejemplo, en el caso de que a un personaje plano le estemos embarcando en aventuras existenciales excesivamente complejas).


Visualización
Después de esa primera comprobación, el siguiente paso que nos ayudará a avanzar en nuestro relato será visualizar al personaje. Él va a ser quien llevará a cabo las acciones que constituirán la historia y, si no conseguimos verlo íntegramente ante nuestros ojos, caeremos fácilmente en las trampas de la falacia, en la autocomplacencia de atribuir al personaje pensamientos o actos que corresponden al escritor. Asimismo, si nosotros no vemos al personaje, difícilmente lograremos que lo vea luego el lector. Por último, si conseguimos dar vida en nuestra mente al personaje con imágenes, como al actor de una película, nos resultará más sencillo desarrollar las acciones.
Ir visualizando la historia mientras escribimos nos permitirá captar detalles que de otra forma nos pasarían, quizá, inadvertidos. Mientras lo hacemos, estamos actuando como observadores. Y de la misma forma que mirando a alguien en el metro podremos decir bastantes cosas sobre su carácter -e incluso sobre su vida-, observando a nuestros personajes extraeremos de su físico, sus gestos o sus actitudes datos relevantes para la historia.


Identificación
No obstante, y ahí está la mayor dificultad de narrar historias, en la mayoría de las ocasiones no basta con observar al personaje desde fuera. Tras conseguir tenerlo ante nuestros ojos y seguirlo en sus acciones (decididas o no de antemano), en muchas de nuestras historias tendremos que introducirnos también en su interior, acceder a sus pensamientos, a sus emociones y a sus sentimientos. En resumen, convertirnos en él... salvo que hemos de continuar mirándolo también desde el exterior (como narradores). Tarea complicada donde las haya: desde fuera y desde dentro, todo a la vez, como una cámara que se aleja y que se acerca hasta traspasar la piel de nuestro protagonista, en un juego continuo de zooms.
Meternos en la piel del personaje nos permitirá cubrir otra parte importante de la historia: no tanto la de los hechos y acciones, sino la de las causas, las motivaciones, las reacciones (lo que, a su vez, puede que afecte al argumento). Como veis, un relato o una novela se trata de un entramado que se desmorona si falta alguna de las piezas. Si no logramos visualizar al personaje, difícilmente podremos relatar sus acciones de una forma verosímil; si no nos identificamos con él, ¿cómo darle un sentido a esas acciones?


Comprensión
Porque, al fin, de lo que se trata en literatura es de investigar en el alma humana, de encontrar matices y resquicios a los que no podemos acceder en nuestra vida real (demasiado compleja, demasiado caótica, demasiado real), de entender comportamientos que siempre nos habían intrigado... Ningún buen escritor escribe sobre lo que sabe de sobra; ningún lector saca más que entretenimiento de una narración que no le dice nada nuevo.
Si somos capaces de introducirnos dentro de un personaje y comprenderlo, de sentir lo que él siente y después transcribirlo en palabras, estaremos en disposición de entendernos mejor a nosotros mismos y a los que nos rodean. De la misma forma, el lector sacará lección del análisis y seguirá un proceso parecido al del escritor: verá al personaje en conexión con sus acciones, se identificará con él, llegará a comprender desde dentro y desde fuera sus motivaciones, las razones de sus cambios, y de esta forma se entenderá mejor a sí mismo y a las otras personas.


Propuesta de Trabajo


Ficha del personaje


Imagínate un personaje y hazle una ficha: nombre y apellidos, edad, domicilio, gustos, dónde trabaja, cómo es su casa, a qué se dedica en sus ratos de ocio, etc. Cuando creas que lo ves bien en tu mente, échalo a andar. Escribe lo que podría ser el primer capítulo de una novela con ese personaje como protagonista.

miércoles

El punto de vista del narrador


El punto de vista es el ángulo de visión que adopta el narrador para contarnos la historia. Por eso se habla también de focalización: el punto óptico del narrador se convierte en un foco que alumbra a los personajes y sus acciones.


Los tipos de narradores más importantes son los siguientes:


Narrador protagonista
El protagonista nos cuenta con sus propias palabras lo que siente, piensa, hace u observa. La acción del relato es la historia de ese personaje y todos los demás existen a través de él.


Si el narrador se limita a contar aquello que ve y hace, la narración será externa y objetiva. Si además emite sus pensamientos, sentimientos y elucubraciones, la narración será interna y subjetiva.


A veces se da la situación de que el protagonista no llega a comprender lo que le pasa, mientras que el lector goza del privilegio de entender aquello para lo que el protagonista está ciego. Otras veces el personaje habla consigo mismo y la narración se convierte en un monólogo interior, lo que entrega el relato a vaivenes de la mente, desórdenes de pensamiento, espantos e ilusiones. James Joyce en su famoso Ulises lleva esta técnica hasta el extremo. El ejemplo por antonomasia de narrador protagonista sería el de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.


Narrador testigo
En este caso el narrador queda en los márgenes del relato, es decir, no es el protagonista sino un personaje secundario que nos cuenta las andanzas del primero. Puede ser un viejo amigo, un pariente, un vecino o un simple transeúnte.


Un caso claro de narrador testigo es el Doctor Watson, que nos refiere las aventuras de Sherlock Holmes, un personaje con más peso en la narración que él.


También la mayoría de la novela negra americana ha sido narrada utilizando este narrador testigo, que no es sino el detective (Philip Marlowe en las novelas de Raymond Chandler, Sam Spade en las de Dashiell Hammet, etc.) que comienza a investigar una trama y que no sabe más que el lector acerca de ella. De esta forma se sostiene la tensión narrativa, pues el lector va descubriendo e intrigándose con las mismas cosas que el detective.


Esta forma de narrar no da acceso a la vida interior del protagonista más que de una forma limitada. El narrador testigo no puede referirnos lo que piensan o sienten los personajes sino a través de sus gestos.
Narrador Omnisciente


Este tipo de narrador es Dios en el microcosmos de la historia. Lo sabe todo: el principio y el final de la narración; lo que los personajes sienten, piensan y hacen; lo que deberían haber hecho y no hicieron; lo que soñaron y no recuerdan... Es un dios que penetra en el interior de la conciencia de los habitantes del relato, desvela los escondites de su personalidad y, en ocasiones, tiene la osadía de juzgarles.


Por otra parte, esta divinidad es ubicua espacial y temporalmente; puede decirnos el pasado y el futuro y cambiar de lugar para estar en dos sitios a la vez, puede contarnos hechos que no han presenciado ninguno de los protagonistas o escondernos otros que alguno ha vivido. Selecciona a su gusto y elige la distancia con que narrar la historia.
Este tipo de narrador se usaba mucho en las novelas del siglo XIX, y ejemplos claros son las de Balzac, Tolstoi o Flaubert.


Narrador cuasi-omnisciente
Imaginemos una cámara de cine: con ella podemos seguir a los personajes adonde vayan, observar sus gestos y sus reacciones, saber de sus lágrimas, gritos, palideces y rubores, pero será el lector quien interprete las emociones de los personajes y no el narrador. Tendremos conocimiento de sus actos, pero nunca podremos penetrar en su mente o saber lo que han soñado esa noche. Podremos presentar al personaje agitándose durante el sueño o despertándose violentamente en medio de la noche (pues el objetivo de la cámara puede penetrar en todos los espacios del relato), pero para saber el contenido de su pesadilla necesitamos que se la cuente a alguien para que el micrófono de la cámara pueda captar su voz.
El narrador cuasi-omnisciente deja de ser dios, y se diferencia del narrador testigo en que no es un personaje y, por tanto, no ha de estar presente en el desarrollo de la acción: si los personajes están dialogando en una celda, por ejemplo, el narrador testigo habría de estar encerrado en esa celda, mientras que el cuasi-omnisciente puede relatarnos lo que ocurre allí donde ningún otro hombre puede llegar.


Ejemplos de este tipo de narrador nos los da la generación de la mirada o noveau roman, una de cuyas representantes es Marguerite Duras y su famosa novela El amante, en que se mezcla un narrador protagonista (la chica) con uno cuasi-omnisciente que nos relata las acciones de forma absolutamente cinematográfica.


Propuesta de Trabajo


Cuatro puntos de vista


Imagínate que vas en el metro o en el autobús y se produce un incidente. Nárralo brevemente bajo los cuatro puntos de vista que se han estudiado en esta lección: con un narrador protagonista (es decir, en el pellejo del protagonista del incidente); con un narrador testigo (o sea, con la voz de alguien que estuviera allí pero no fuera el protagonista); con un narrador omnisciente (es decir, en tercera persona, narrando los hechos de forma más o menos objetiva); con un narrador cuasiomnisciente (como si de una cámara de cine se tratara).

sábado

El diálogo


Convertido en materia prima por el teatro y después por el cine, el diálogo suele aparecer en la narrativa actual más como un escaso objeto de lujo que como lo que es: una herramienta de trabajo fundamental para crear ficciones.


Veamos ahora las distintas funciones del diálogo en la narración:


Función informativa


La diferencia que más peso tiene entre el diálogo narrativo y el teatral (su antecesor) es la presencia o ausencia de narrador. En el teatro los personajes sólo se tienen a sí mismos para explicarse: sus palabras, sus gestos, sus acciones deben dar al espectador la información necesaria para comprender la historia que se cuenta.


Aunque es en el cine y en el teatro donde la función informativa del diálogo es más evidente, pues en la literatura el narrador puede hacerse dueño de ella, a veces el narrador se esconde tras sus personajes, les permite hablar, discutir, comentar, mostrarnos su historia. El narrador deja entonces de ser un dios para pasar a ser un mero ayudante de la acción que interviene sólo cuando es indispensable; nos guía hacia uno u otro lugar de la escena y cuida del decorado, pero es casi tan espectador como nosotros.


Avance de la acción


Que la acción avance a través de los diálogos es también una importante función de éstos, sobre todo en aquellos relatos en que los hechos deben sucederse con rapidez. Las palabras han de hacer avanzar la acción, han de ser capaces de producir movimientos anímicos que modifiquen el curso de los acontecimientos en un sentido determinado. Es esta una de las funciones más importantes del diálogo.


Función estilística


Esta función es llamada por la crítica moderna principio de los vasos comunicantes. Veamos cómo la define Vargas Llosa:
Consiste en fundir en una unidad narrativa situaciones o datos que ocurren en tiempos o espacios diferentes, o que son de naturaleza distinta, para que esas realidades se enriquezcan mutuamente, fundiéndose en una nueva realidad distinta de la simple suma de las partes.


Quien por primera vez utilizó esta función del diálogo fue Flaubert en Madame Bovary, en la famosa escena de la feria rural. Flaubert consigue crear un efecto hilarante al unir los ímpetus amorosos de Rodolfo y Madame Bovary con los ecos que llegan de la feria rural. Esta feria es una farsa electoral, y las promesas de Rodolfo -como se demostrará luego- son también una farsa. El lector sabe lo primero pero desconoce lo segundo. A través del trenzado de los dos diálogos Flaubert pone en aviso al lector y toma el pelo a sus enamorados.


Función escénica


Recordemos que las escenas son esas zonas del relato en las que el narrador, una vez presentada la situación, se retira para dejar a los lectores asistir directamente, sin intermediarios, a los acontecimientos. Escuchamos entonces, en muchas ocasiones, la voz de los personajes, acompañada sólo por puntualizaciones que el narrador deberá seguir haciendo acerca del tono, los gestos, los movimientos...


La aparición de diálogos sirve para mostrar directamente a los personajes, para crear escenas a las que el lector pueda asistir directamente. Suelen emplearse en las zonas importantes del texto, en aquellos momentos que requieren una visión más detenida de los sucesos o una dramatización.
Tanto si son presentados de manera clara y directa como si aparecen insertados en el texto de modo en apariencia caótico, los diálogos suponen siempre un respiro para el lector. Además, hacen coincidir el instante de la lectura con el tiempo de la acción: escuchamos y vemos a los personajes en vivo.


A continuación, algunos trucos para construir buenos diálogos:


-El diálogo debe ser dinámico: Un diálogo no debe consistir en la alternancia monótona de preguntas y respuestas. La réplica de un personaje a otro no tiene por qué ser la respuesta a esa pregunta.


-Los diálogos no deben decirlo todo: Como nosotros en la vida real, los personajes no siempre se lo cuentan todo ni han hecho voto de absoluta sinceridad; al menos no todos los personajes. Es normal que haya reticencias entre ellos a confesar íntegramente lo que piensan. Esta falta de información de los unos acerca de los otros puede llegar a complicar muy positivamente las tramas de las historias, e incluso a completar su sentido.


-Diálogo contrapunto: A menos que estemos realizando el guión para un culebrón, debemos tener en cuenta que nos hace falta un nivel de comunicación donde no se hable del problema en sí (del amor, del odio, etc.) a través de elementos que lo reflejan. No necesitamos que los personajes hablen directamente del conflicto para que el lector sepa qué ocurre. Con este truco podremos conseguir también juegos humorísticos o satíricos (por ejemplo, una escena de cama donde la pareja hable de horticultura, consiguiendo que un segundo sentido sexual emerja de esa situación).


-El problema del dijo: l dijo, ella contestó, él explicó... son latiguillos cuyo uso, si el diálogo es largo, debe dosificarse. Ahí van dos trucos para evitarlos: sustituir los dijo por acciones; sustituirlos por descripciones de estados de ánimo o pensamientos de los personajes que indiquen quién habló o hablará.


Propuesta de Trabajo


En la consulta del médico


Escribe una escena en forma de diálogo que transcurra en la consulta de un médico. Has de conseguir que se haga dinámica, entretenida, que suene natural y que el lector no se pierda entre un cúmulo de voces.

miércoles

La construcción de la escena

Un relato se compone de escenas encadenadas. Puede ser una sola escena para un relato ultrabreve, pero habitualmente son más, para permitir un planteamiento, un nudo y un desenlace. Incluso en el famoso microcuento de Augusto Monterroso, "Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", hay tres momentos:
el primero, elidido pero señalado por el adverbio "todavía", sucede antes de que comience el relato (el dinosaurio estaba en el sueño del protagonista). El segundo es el momento del despertar, de ruptura con el sueño y sus habitantes oníricos. El tercero, sorpresivo, es el descubrimiento de que el dinosaurio que ha traspasado de modo fantasmal la frontera del sueño y se ha instalado en la realidad. Ocho palabras que encierran un cuento fantástico con presentación, nudo y desenlace.


Así pues, las palabras construyen frases, que se encadenan formando escenas, y estas a su vez relatos o novelas. Y es en la construcción de las escenas en donde queremos detenernos en este capítulo, porque de algún modo constituye la unidad narrativa mínima: la que, cuando está bien edificada, nos sumerge en la lectura y nos encadena a la narración. Hay muchas maneras de hacerlo, y aquí vamos a ver una de ellas que, sin aventurar que sea la única ni la mejor, sí es, desde luego, una manera efectiva y utilizada por grandes autores de distintas épocas y tendencias.
Y lo primero que hay que decir es que una escena gira alrededor de algo, habitualmente un objeto físico tangible, y que, para que sea visible al lector, suele acumular una buena cantidad de objetos, sustantivos concretos, verbos de acción y repeticiones. Pero no uno ni dos, sino una buena cantidad de ellos.


Veamos un ejemplo para ver cómo funciona este esquema, sacado de uno de los mejores y más divertidos relatos de ciencia-ficción escritos nunca. Nos referimos al comienzo del Viaje séptimo, de Stanislaw Lem:
Cuando el lunes, día dos de abril estaba cruzando el espacio en las cercanías de Betelgeuse, un meteorito, no mayor que una semilla de habichuela, perforó el blindaje e hizo añicos el regulador de la dirección y una parte de los timones, lo que privó al cohete de la capacidad de maniobra. Me puse la escafandra, salí fuera e intenté reparar el dispositivo; pero pronto me convencí de que para atornillar el timón de reserva, que, previsor, llevaba conmigo, necesitaba la ayuda de otro hombre. Los constructores proyectaron el cohete con tan poco tino, que alguien tenía que sostener con una llave la cabeza del tornillo, mientras otro apretaba la tuerca. Al principio no me lo tomé demasiado en serio y perdí varias horas en vanos intentos de aguantar una de las dos llaves con los pies y, la otra en mano, apretar el tornillo del otro lado. Perdí la hora de la comida, pero mis esfuerzos no dieron resultado. Cuando ya, casi casi, estaba logrando mi propósito, la llave se me escapó de debajo del pie y voló en el espacio cósmico. Así pues, no solamente no arreglé nada, sino que perdí encima una herramienta valiosa que se alejaba ante mi vista y se iba achicando sobre el fondo de estrellas.
Un tiempo después, la llave volvió...


En el breve fragmento que hemos trascrito no hay un objeto concreto, sino un montón de ellos: espacio, Betelgeuse, meteorito, semilla, habichuela, blindaje, dirección, timones, cohete, escafandra, llave, tornillo, tuerca, pies, mano, comida, herramienta, estrellas... Nadie puede pensar que es casual esa acumulación de elementos, porque, además, la palabra llave se repite cuatro veces (o cinco si consideramos que la herramienta que se pierde en el espacio es la llave); dos veces cohete, timón, pies, tornillo, espacio, y como objetos relacionados con la nave espacial está cohete, blindaje, timón, dirección y escafandra. ¿No resulta extraña esta acumulación de elementos? ¿Cuál es su función? Pues es evidente: mostrar de manera plástica y concreta la nave en la que viaja Ijon Tichy. Su autor sabe que no basta con decir que Tichy viaja en un cohete: el lector tiene que ver el cohete, situarse en su interior y rodearse de todos esos objetos. De esa manera ya no le cabrá duda de que está viajando con Tichy por las cercanías de Betelgeuse.


Toda la escena, por otra parte, está saturada a su vez de verbos que indican acciones o movimiento (marcados en verde): cruzar, perforar, hacer añicos, privar, poner, salir, reparar, atornillar, proyectar, sostener, apretar, aguantar, escapar, volar, arreglar, alejar, achicar, volver... Y de nuevo hay que decir que no ha sido por azar, sino con un propósito bien definido: atrapar al lector desde el primer párrafo. Los consejos acerca del los buenos comienzos se cumplen a rajatabla: un personaje está en conflicto con su entorno. ¿O estar solo en medio del espacio con una nave que ha perdido la dirección no es un problema? ¿Cómo saldrá Tichy del atolladero? La única solución posible es seguir leyendo.


Si conectáramos las palabras repetidas o relacionadas con líneas, veríamos que bajo la piel de las palabras existe un armazón, un esqueleto invisible que sostiene la escena. Un armazón de objetos y acciones plenamente cinematográficos. Toda la escena gira alrededor de la llave, imposible de utilizar por un solo hombre. La escena termina con la llave perdiéndose en el espacio. Las cosas no mejoran.


La siguiente escena, de la que apenas hemos trascrito las seis primeras palabras, conectan con la escena anterior, pero no de una manera simbólica, sino física: la llave que en la última frase del primer párrafo se pierde en el espacio, regresa en la primera línea del segundo. El ensamblaje es perfecto.


Esa es, si no la más adecuada, sí una de las mejores formas de enlazar escenas sin que se rompa la continuidad de la historia: llevarse un objeto de un párrafo a otro (la llave, en este caso). Si la llave funciona como un hilo fino que va cosiendo las frases y los distintos planos de la primera escena (usando la terminología del cine) hasta dotarlo de un esqueleto invisible, la repetición literal del mismo objeto, que reaparece a comienzos del segundo párrafo, no hace sino coser también una escena con otra, de modo que la continuidad está asegurada.


¿Cuál es la enseñanza que podríamos sacar de todo ello? Creemos que es bastante clara: te recomendamos que construyas las escenas amueblándolas no con uno, sino con muchos objetos concretos, que escojas uno de ellos para hacer girar toda la escena a su alrededor, que no temas repetirlo de manera directa o a través de sinónimos, que introduzcas suficiente movimiento en su interior, y que te lleves un objeto, nombrado en las últimas líneas de la escena, al párrafo, escena o capítulo siguiente con el fin de asegurarte de que tu narración no discurre a saltos, sino en un continuo sin fracturas. Y ello es aplicable, y aún más necesario si cabe, en el caso en que entre una escena y la siguiente transcurran años.
Las escenas, por último, se deben enlazar a lo largo de un relato largo o de una novela con este mismo esquema: un objeto, sensación o acción se repite más allá, pero se anuncia aquí, a través de la premonición y la retrospección, las catáforas y las anáforas, las anticipaciones y los cumplimientos. Y sobre todo ese armazón concreto y visible, puedes y debes añadir los componentes abstractos, reflexivos, emocionales y filosóficos que precises: ya tienen un cuerpo físico donde alojarse y abandonar la vida de fantasma que tenían antes.


Propuesta de Trabajo


Tres escenas


Construye un relato con tres escenas. Entre cada una de ellas ha de haber transcurrido, como mínimo, seis meses. Cuando lo tengas escrito, comprueba que se atiene a lo que se ha comentado.

martes

El tratamiento del tema


Los grandes temas -y a estas alturas ya lo saben todos- no existen. Lo importante en el cuento es la trama, esto es, cómo se organiza artísticamente la historia en el discurso y el tratamiento que se le da a la idea.
Vamos a ver a continuación algunos aspectos del cuento que nos pueden ayudar a la hora de tratar los temas.
AJUSTE DE LA FORMA AL TEMA
Sea cual sea el tema que escojamos para nuestro cuento, todo en éste (los recursos expresivos, el tono, los detalles...) debe estar a su servicio. No basta que el tema conmueva a quien lo escribe, sino que el autor ha de utilizar todas sus armas para que conmueva al lector.
Sin embargo, atender al tema no tiene por qué implicar un conocimiento de todo lo que ocurrirá en el cuento, sino que más bien es un punto de partida, el centro de gravitación, una chispa alrededor de la cual se irá tejiendo el relato en círculos concéntricos.

BREVEDAD
Una de las características más representativas del cuento contemporáneo y que, por tanto, va a afectar al tratamiento del tema, es la brevedad. Conviene tener esto en cuenta a la hora de sentarse a escribir, pues la economía de medios es fundamental. Las largas digresiones o descripciones están reservadas a la novela. Todo lo superfluo que eliminemos en un relato irá a favor de su efectividad.

UNIDAD Y ESFERICIDAD
En la misma línea, en el cuento hay que trabajar la unidad. El tema, la idea, es una chispa; al crear el relato alrededor de ella, conseguiremos que el efecto final sea unitario. Al contrario que en la novela, donde se trabaja acumulativamente, estirando de varios hilos, con temas y ramas secundarias, el cuento requiere una unidad que nos haga percibirlo como un todo, como una descarga eléctrica. Cualquier elemento que distraiga la atención del lector hacia temas circundantes hay que suprimirlo. Es preciso procurar no caer en la tentación de irse por las ramas; ése es un privilegio que, como indica Julio Cortázar, uno sólo puede permitirse en la novela.
Pensad en los buenos cuentos que habéis leído, aquellos que perduran en la memoria, y os daréis cuenta de que ninguno carece de unidad. Intentad, también, eliminar de ellos una frase, un párrafo. Comprobaréis que el relato se tambalea y pierde sentido. Este mismo ejercicio debéis hacerlo con vuestros propios cuentos una vez escritos. Si no superan la prueba, replantearos el tema y la forma en que lo habéis desarrollado. Para que esta característica de todo buen cuento no se os vaya de la cabeza, mirad cada relato que escribáis como quien mira una esfera. Ha de ser algo redondo, cerrado, cíclico.

INTENSIDAD
Otra noción interesante al tratar el tema es la de intensidad. No hay que confundir intensidad con efusión o con énfasis (cuidado). Sencillamente, para conseguir que el relato sea intenso, ha de importarnos de verdad, el escritor ha de meterse hasta el fondo, sumergirse a cien metros de profundidad. Es una cualidad que no ha de percibirse a simple vista, no ha de traducirse en un estilo afectado o enfático (que lo único que conseguiría sería empalagar al lector, inducirle a desconfiar de lo que le estamos contando), sino que es algo intrínseco al proceso de creación. Si el escritor vive con intensidad la historia que está contando, hay muchas probabilidades de que contagie al lector esa sensación.

OBJETIVACIÓN DEL TEMA
Hay pocas cosas en que todos los escritores estén de acuerdo, pero una de ellas es que escribir es para ellos una necesidad. Para escribir hay que obsesionarse, y de esa obsesión nace la escritura. Todo escritor saca sus fantasmas de su interior, se deshace -o lo intenta- de ellos a lo largo de las páginas, en cuentos o en novelas, en poemas y artículos.
Pero hay que tener cuidado, en literatura, de que a lo largo de ese proceso de liberación o exorcismo se objetive la obsesión. Ha de existir una distancia entre los temas que invaden nuestra mente en forma de pensamientos e ideas gelatinosas y su trasvase a un relato, en el que han de tomar forma de monstruos o sirenas, de hombres y mujeres que van o vienen, y que no son nosotros mismos. Es error muy común en los principiantes lanzarse a ese exorcismo desenfrenadamente, escribiendo sobre el papel directamente aquello que les preocupa: la injusticia social, que su mujer o su marido no les comprende, etc. Eso no es literatura, por muchas metáforas y metonimias que se utilicen. Los fantasmas han de atravesar la pared de nuestra mente y sentarse en el sofá del salón, y sólo entonces podrán convertirse en literatura.

Propuesta de Trabajo

Un microcuento

Elige un tema aparentemente nimio (un grano de arroz, la caída de una hoja en otoño, una persona leyendo en el metro...) y dale forma en no más de veinte líneas. Cuando lo hayas hecho, revísalo siguiendo las características que se han dado en esta lección y, si el texto no las cumple, corrígelo hasta conseguir que se atenga a ellas.

jueves

La composición


Nos vamos a detener ahora en la forma de estructurar el discurso narrativo para que cualquier cosa que contemos adquiera interés y relevancia. Es decir, vamos a construir un edificio sólido donde el estilo y los recursos expresivos de cada puedan sostenerse a la hora de narrar.

La forma de engarzar los diferentes elementos del discurso es lo que llamaríamos la composición. Resulta una cuestión fundamental, porque la manera en que lo hagamos va a influir directamente en el sentido del texto.
Las unidades narrativas más importantes que componen una historia son:
ESCENA
La escena es una parte de la narración cerrada en sí misma, sometida a unos principios de unidad (tiempo, lugar y acción) y, en la mayoría de los casos, a un mismo punto de vista. La escena, por consiguiente, exige al autor una indicación escueta o detallada del marco físico y alguna insinuación sobre el paso del tiempo (variaciones de la luz, del ruido ambiental...). Como consecuencia, los límites de la escena son muy precisos, de modo que constituyen una secuencia completa, identificable dentro de la narración. A veces en ella la voz del narrador pasa a un segundo plano y el uso del estilo directo nos permite escuchar, de primera mano, las palabras de los personajes (sus diálogos).

Como recurso de composición, la escena coloca al lector en medio de la acción dramática. Le invita a asistir a los hechos y puede tener, por eso mismo, un efecto envolvente: un suceso que oímos de boca de otro y un suceso que presenciamos no nos conmueve en la misma medida. No es lo mismo mostrar los hechos que decirlos, igual que no es lo mismo ver una película que oírla contar a un amigo.

NARRACIÓN LINEAL
Consiste en contar los hechos al mismo tiempo que suceden, como en la escena, pero variando en este caso los escenarios y las acciones. En la novela negra se da mucho, cuando el narrador (la cámara) va siguiendo al detective en todas sus investigaciones, le acompaña en sus idas y venidas, corre y se esconde con él en las persecuciones, etc. Es muy útil para mantener la tensión narrativa, mientras el hilo de la acción está pendiente de resolución, como cuando en las películas nos muestran a la chica realizando sus acciones cotidianas (lavarse los dientes, ponerse el pijama...) mientras nosotros sabemos que el asesino está escondido en el armario.

RESUMEN
En el resumen el tiempo de la acción es mayor que el tiempo de la narración. Por poner un símil cinematográfico: es muy común que, en algunas películas, aparezcan contados varios años de noviazgo feliz entre los dos protagonistas por medio de planos difuminados (como las fotografías de boda), uno detrás de otro; en uno los dos novios pasean juntos por un parque en primavera; en el siguiente se besan en el cine sin reparar en la película; después aparece él regalándole flores a ella; y así sucesivamente. Luego vuelve la cámara a centrarse y pasa a contarnos, en una secuencia de escenas más lentas, a tiempo real, la gran catástrofe que rompe, en poco tiempo, la felicidad construida en esos años.

Cuanto más tiempo cronológico abarque la historia que queremos contar, más tendremos que acudir al resumen, como es lógico. Si queremos abarcar varios años en una narración breve, el mismo formato nos obligará a contarlo prácticamente todo en forma de resumen. Por eso, aunque no hay reglas fijas para la creatividad, conviene que si deseamos escribir algo corto no intentemos abarcar demasiado tiempo en las acciones, pues corremos el riesgo de que los resúmenes devoren la historia y, de esa forma, no tendríamos la oportunidad de acercar los personajes ni sus acciones a los ojos del lector.

ELIPSIS
La elipsis es similar al resumen, sólo que en ella se omiten por completo los hechos ocurridos en un tiempo dado, aunque se hace referencia a ese lapso. Por ejemplo, es común encontrarla en los cuentos populares, cuando el relato abarca muchos años: “Cuando la bella muchacha cumplió quince años...”. Se habla al principio del nacimiento (envuelto en profecías) y luego, en el siguiente párrafo, zas, la niña ya tiene quince años, que es cuando se pincha con la rueca, etc., etc.

DESCRIPCIÓN
La descripción es el retrato estático de las personas y las cosas (paisajes, objetos, ambientes, lugares...) presentes en la narración. Es, por decirlo de alguna manera, un tiempo muerto, un paréntesis en la acción.
El tiempo de la narración es, por tanto, mayor que el tiempo de la acción. La cámara se demora en los detalles precisos de personas y objetos, recrea la vista en colores y formas... La descripción nos impresiona por sus coordenadas espaciales.

La mezcla atinada de estas unidades va a ser la clave de lo que podríamos llamar el ritmo narrativo. Imaginemos un reloj de arena con varios estrechamientos en lugar de uno sólo. La arena que va cayendo sería la historia (la línea narrativa); las partes más anchas del reloj, en las que la arena se demoraría con pereza antes de seguir su camino hacia abajo, serían las descripciones y digresiones; las partes algo más estrechas, por las que la arena empezaría a precipitarse, serían las escenas y la narración lineal; y, por último, los estrechamientos por los que la arena pasa a toda velocidad hasta caer en el siguiente nivel, serían los resúmenes y elipsis.

Propuesta de Trabajo

Un día en tu vida

Narra un día de tu vida de principio a fin, introduciendo las siguientes unidades narrativas: escenas, narración lineal, resumen, descripción y elipsis. Has de usarlas en su justa medida (escenas con diálogos en los momentos importantes, resúmenes para aportar informaciones necesarias pero que no requieran detalle, elipsis para señalar un lapso de tiempo, etc.). El interés del lector en lo que estás contando va a depender del ritmo narrativo que le des al discurso.

Empatía


Si en general resulta dificultoso explicar con claridad y concreción cualquier idea abstracta, aún más peliagudo es expresar las sensaciones, emociones y sentimientos. En la vida real tendemos a confundir estos elementos y, por tanto, también en la escritura. Además de la dificultad que existe en aislarlos, tampoco es fácil expresarlos con palabras. Y sin embargo es algo que está a la orden del día: constantemente estamos recibiendo impulsos de los sentidos, y sintiéndonos alegres o tristes, queridos u odiados. ¿Por qué nos será tan difícil describir estos componentes cotidianos?

En primer lugar, desde pequeñitos nos han acostumbrado a ocultar el dolor, la alegría o el odio, hasta el extremo de hacernos olvidar su existencia. Por otra parte, esta materia toca nuestra fibra más sensible, con lo que nos resulta complicado tratarla con serenidad, objetivamente, y eso nos hace rehuirla. Por último, los sentimientos suelen ser bastante contradictorios, no se adhieren a la lógica que normalmente usamos para dirigir nuestras acciones, y por eso muchas veces no podemos ni acceder a ellos. Por ejemplo, a un sentimiento no le podemos preguntar “¿Por qué?”; lo máximo que podemos hacer es intentar concretarlo, aislarlo y expresarlo lo más claramente posible.

Para ello, vamos a desgranar los elementos que he mencionado más arriba (sensaciones, emociones y sentimientos):

SENSACIONES
(Sensación: 1. Impresión producida en los sentidos por un estímulo exterior o interior. 2. Percepción mental de un hecho, con independencia de las impresiones sensoriales.)

La sensación tiene que ver, en la primera de sus acepciones, con los sentidos: la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído, tan presentes en nuestra vida cotidiana que a veces los escritores los olvidan, como si se dieran por hecho. Pero nada que no esté en el texto, aunque sea de manera elíptica o alusiva, se da por supuesto en un escrito. El sentido de la vista es el que más se utiliza a la hora de escribir, claro; es para el que está más preparado el lenguaje y nuestro vocabulario y, además, es difícil mantenernos ciegos.

Es más sencillo, sin embargo, mantenernos sordos o mudos, o insensibles a los olores y al tacto. Y, sin embargo, la expresión de estas sensaciones dotarán al texto de una humanidad que difícilmente se puede alcanzar con la explicación más detallada. Si introducimos en un escrito música, estrépitos o ruidos en el patio interior, texturas y roces, sabores, olor a gasolina o a alcanfor... estaremos creando atmósfera, pero también conseguiremos un cierto grado de empatía por parte del lector.
El gran ausente en la literatura suele ser, sobre todo, el olfato, debido posiblemente a la dificultad de expresar los olores con palabras. A nauseabundo, pestilente, hediondo, aromático y algunos adjetivos más se reduce el reino de lo olfativo, y ciertamente los que hay dicen bien poco del olor en cuestión. Es un sentido inválido, y para expresarlo tenemos que acudir a las asociaciones de ideas o pedir ayuda a los otros sentidos, como quien se apoya en muletas. No obstante, recordad que los olores tienen una capacidad de evocación intensa y duradera, no sólo en quien escribe sino también en el lector. Un olor bien situado en un texto vale por cien imágenes.

EMOCIONES, SENTIMIENTOS
(Emoción: Estado afectivo de intensa alteración, especialmente de alegría, pesar o ansiedad.)
Este será otro factor que puede acercar un escrito al lector. Si el que narra está alegre, y esa alegría está bien expresada, el lector se sentirá automáticamente identificado en esa parcela de humanidad.
Las emociones se pueden reflejar de muchas maneras, como por ejemplo diciendo directamente: me puse alegre o triste, o sentí muchísima ansiedad. No obstante, conviene reflejarlas en los actos (Me puse a dar pasos de ballet por todo el salón. Recorrí a toda prisa las calles de la ciudad fumando un cigarrillo tras otro con los dientes apretados).

(Sentimiento: 1. Acción de sentir. 2. Estado afectivo que causan en el ánimo cosas espirituales. Sentir: 1. Experimentar una sensación. 2. Experimentar un estado afectivo o de ánimo. Estado de ánimo: Estado de una persona en lo relativo a sus sentimientos y a su actitud optimista o pesimista ante las cosas.)

Y aquí es donde los diccionarios empiezan a liarse e irse por las ramas, porque todavía no ha nacido la persona que pueda definir con exactitud lo que los sentimientos son.

Puestos a lanzar hipótesis al aire, yo diría que existe una gradación en el alma del ser humano: primero es la sensación, la cual provoca una emoción, que a su vez nos lleva a un sentimiento. Esta gradación no sólo es temporal, sino que también se produce -en mi opinión- en una especie de estratificación: la sensación está a flor de piel, la emoción es más cerebral y el sentimiento florece en las profundidades de la mente, alma, o como quiera llamársele.

Si es difícil convenir una definición para los sentimientos, más difícil aún es identificarlos. Y si identificarlos resulta una tarea de locos, no digo nada expresarlos con palabras.

La expresión de los sentimientos vendría a ser como una profundización racionalizada en las emociones. Decir estaba feliz o estaba triste es muy fácil; lo complicado, y lo más valioso y sincero, es expresar el sentimiento real, oscuramente contradictorio -pues proviene de una mezcla de sensación física, emoción subconsciente y razón-, que subyace bajo tierra como un león dormido.

Todos tenemos sentimientos, pero hay que marearlos mucho para conseguir expresarlos. No basta con que el escritor se emocione o sienta lo que quiere escribir: ha de saber plasmarlo sobre el papel para que el lector, que no está en su pellejo, pueda sentir, a su vez, lo mismo. Así pues, no se trata de explicar los sentimientos, sino de que quien lea el texto experimente, a su vez, lo que se ha tratado de reflejar.

Propuesta de Trabajo

Los tres grados

Has de hacer ahora un recorrido desde las sensaciones, pasando luego a las emociones, hasta que éstas exploten finalmente en sentimientos. Puede ser una historia de amor, una pasión escondida o un recuerdo de infancia. Puede ser algo real o ficticio. Pero no olvides, ante todo, darle una vuelta de tuerca a las emociones hasta convertirlas en sentimientos.

La voz


El narrador de una historia es alguien del que muchas veces sólo conocemos la voz. No sabemos cómo va vestido ni qué hace en sus ratos de ocio, sino únicamente qué nos dice. Y hablo de voz (igual que antes he hablado de discurso) porque el lenguaje escrito, como ya dije, tiene mucho de oralidad transformada. Todavía, después de tantísimos siglos, la literatura conserva rasgos de su origen hablado, de las historias contadas alrededor de una hoguera o en la plaza del pueblo, y también del teatro. Así que al lector, cuando lee una novela, le parece estar escuchando un rumor muy característico que le va contando al oído sucesos fascinantes, y a través del cual tiene acceso, con ayuda de su imaginación, al mundo ficticio.
Para que esto ocurra, la voz del narrador ha de pasar inadvertida en lo posible (sobre todo cuando lo que se escribe es una novela), porque si continuamente llama la atención sobre sí misma, el lector se distraerá de la historia que le están contando y fijará su atención en las modulaciones atípicas de la voz, perdiendo el hilo de la narración propiamente dicha. No hay que olvidar que el objetivo del escritor, y por tanto del narrador, es que la historia y los personajes cobren vida en la imaginación del que lee, y eso es imposible si el narrador está gritando “¡Aquí estoy yo!”, en una exhibición continua de sus cuerdas vocales. De igual modo, tampoco es conveniente usar una voz monocorde y soporífera que, aunque no se señale a sí misma, tampoco apunte a los hechos que está narrando ni se implique en ellos.

En definitiva, para que la voz del narrador pase inadvertida sin resultar tediosa se tiene que dar una especie de simbiosis entre ésta y los hechos narrados, de modo que acoplada la una a los otros, formen una misma cosa.
Es importantísimo, pues, modular bien la voz del narrador y aprovechar todos los recursos que nos ofrece. Esa modulación va a depender de muchas cosas, como cuál es la historia que se está contando, si el narrador es a la vez uno de los personajes de la historia o alguien ajeno a ella, el bagaje cultural del autor, etc.; así que tendríamos tantos tipos de voces y combinaciones posibles de sus características como historias en el mundo.
Vamos a ver tres de los recursos de que dispone la voz del narrador y que, usados en su justa medida, pueden darle una modulación adecuada: el tono, el volumen y la expresividad.

TONO
Igual que en la vida diaria el tono que utiliza una persona para hablar a su interlocutor da un significado u otro a lo que dice, también el tono del narrador aportará parte del sentido a la historia.

El tono puede ser más grave o más agudo. Cuanto más grave sea, tanto más serio y profundo sonará lo narrado, mientras que la subida de los agudos imprimirá notas ascendentes de desenfado al texto.

Dependiendo del suceso concreto que se esté contando, el tono puede variar dentro de un mismo texto: no es lo mismo narrar un suicidio que una charla distendida entre amigos. Sin embargo, hay que tener cuidado con estas variaciones, ya que si son muy exageradas o repentinas, dará la impresión de que la voz del narrador ha cambiado, y que es otra persona -otra voz-, de pronto, la que nos habla.

El tono del narrador influirá tanto en la percepción de la historia como en la de los personajes, y a la vez se verá influido por ellos. Para ejemplificarlo, vamos a detenernos en nuestras tres obras modelo.

VOLUMEN
Regular el volumen de la voz del narrador es otra cuestión importante. En principio, a nadie le gusta que le griten. Valga como norma, pues, que la voz del narrador debe permanecer en un volumen medio: ni muy alta, ni muy baja. Sin embargo, como todos los recursos que estamos viendo, su modulación aportará a la historia matices significativos, con lo cual el narrador podrá alzar o bajar la voz cuando la historia lo justifique. Pero sólo en esas ocasiones.

Pongamos un ejemplo de voz injustificadamente chillona:
Así yo veía en aquellos días como motivo absoluto de una estrofa las adelfas cargadas de suicidios en los parques abochornados por la sombra soberbia de los rascacielos, la venustidad extravagantemente erótica de los escaparates, las barandillas de oxidado metal renegrecido de las escaleras de emergencia de aquellos viejos edificios del Bronx. (¡Qué bella decadencia en sus paredes delineadas como murales vivientes por las manchas de humedad y por los fanáticos grafitis!).

Como se puede ver, no sólo con exclamaciones se puede alzar la voz, sino también por medio de la combinación de sustantivos y adjetivos. En este caso, lo que se nos está contando no merece gritos, así que se le agradecería al narrador que bajara el volumen. Por otra parte, si el volumen permanece muy alto a lo largo de todo el discurso, el narrador no podrá subirlo cuando realmente se necesite, es decir, en las escenas de verdadera relevancia que requieran un grito de aviso al lector (“¡Cuidado! El perro está suelto”). Asimismo, el narrador puede bajar el volumen en aquellas partes -siempre necesarias en una novela- de puro trámite que no precisen una atención especial del lector; por ejemplo, mientras el protagonista baja las escaleras, sale a la calle y toma un taxi para dirigirse a una comida a la que está invitado, y en la que sí sucederán cosas dignas de una subida del volumen.

EXPRESIVIDAD
Otro recurso que va a permitir ajustar la voz del narrador va a ser la expresividad, que implicará la proximidad afectiva y el grado de adecuación del narrador con respecto a los personajes. En este sentido, la voz del narrador podrá ser cálida o fría, anhelante, acariciadora, tierna, distante, amenazadora o permisiva, despreciativa...

Igual que ocurre con el tono o el volumen, la expresividad de la voz del narrador va a aportar, combinada con el contenido de la historia, diversos visos de sentido a los personajes y, por tanto, influirá en la aproximación del lector hacia ellos. La policromía y la rica plasticidad que adquiere un texto por medio de este recurso bien utilizado es algo que muchos novelistas, encerrados en una neutralidad expresiva carente de matices, deberían tener en cuenta.

Tono, volumen y expresividad: tres herramientas muy útiles para modular la voz del narrador, cuyo dominio llevará a una perfecta adaptación del discurso a su contenido.

Propuesta de Trabajo

Modular la voz

Concéntrate en tu estado anímico actual y, cuando tengas claro cuál es, escríbele una carta a un amigo. Cuéntale lo que te ocurre sin usar una sola palabra abstracta (pena, alegría, tristeza, desazón, melancolía...), es decir, por medio de acciones y expresiones concretas, usando los recursos que se han dado en esta lección para teñir el discurso del estado de ánimo del que partiste.

El ritmo del discurso


Aunque puede parecer que la cuestión del ritmo es más importante en la poesía que en la prosa, no es así. Es verdad que en prosa el ritmo puede ser más libre (más abierto a diferentes combinaciones) que en un poema, pero no menos importante.


El ritmo de la voz del narrador ha de amoldarse a lo que nos está contando. Si el ritmo está descompensado, el lector percibirá cierta somnolencia ante la monotonía de las frases o le entrará tal taquicardia que dejará el texto para hacerse una tila o irse a la cama.


El ritmo vendrá marcado por varios factores. El primero será la longitud de las frases. Las frases largas están muy bien para hablar de sentimientos, por ejemplo, al estilo de Proust, pero no para la novela negra o el discurso publicitario.


Actualmente se tiende a acortar las frases porque la vida -y por tanto la realidad escrita- es más acelerada. Vivimos deprisa, queremos saber las cosas rápido, nos pierde la impaciencia. Por otro lado, si el narrador está contando una persecución, más vale que lo haga con frases cortas, concisas, para que el tiempo del discurso no sobrepase con creces al tiempo de la acción; las oraciones cortas dan velocidad al texto. Si lo que nos está relatando, por el contrario, es la contemplación de un paisaje, se podrá recrear en oraciones largas y calmosas. En general (y respetando el estilo propio), conviene ir alternando frases largas y cortas, para evitar la monotonía o el frenesí.


La longitud de los párrafos también influirá en el ritmo del relato. Conviene no cansar al lector con párrafos quilométricos, ni hacerle saltar constantemente de uno a otro. Con todas las excepciones que pueda imponer cada narración, valga como norma general la misma que con las frases: alternar párrafos largos y cortos dará un ritmo variado al texto, como en las sinfonías los tramos lentos y rápidos.


Otro factor que regulará el ritmo es la subordinación o coordinación de las oraciones. La subordinación crea, en general, un efecto acumulativo (las oraciones subordinadas se van acumulando sobre la oración principal, engordándola y cubriéndola de matices significativos). La coordinación, por su parte, proporcionará reiteración y sucesión de los acontecimientos (Cogí el abrigo y me marché, y ella se quedó allí, y yo creo que todavía estará allí, cubierta ya de telarañas).


Vamos a ver un ejemplo de ritmo en unos fragmentos del cuento de Gabriel García Márquez “El avión de la Bella Durmiente”. Déjense llevar por la melodía maravillosa de la voz del narrador:


Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y una aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes. Estaba vestida con un gusto sutil: chaqueta de lince, blusa de seda natural con flores muy tenues, pantalones de lino crudo, y unos zapatos lineales de color de las bugamilias. “Esta es la mujer más bella que he visto en mi vida”, pensé, cuando la vi pasar con sus sigilosos trancos de leona, mientras yo hacía la cola para abordar el avión de Nueva York en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Fue una aparición sobrenatural que existió sólo un instante y desapareció en la muchedumbre del vestíbulo.
[...]
El vuelo de Nueva York, previsto para las once de la mañana, salió a las ocho de la noche. Cuando por fin logré embarcar, los pasajeros de la primera clase estaban ya en su sitio, y una azafata me condujo al mío. Me quedé sin aliento. En la poltrona vecina, junto a la ventanilla, la bella estaba tomando posesión de su espacio con el dominio de los viajeros expertos. “Si alguna vez escribiera esto, nadie me lo creería”, pensé. Y apenas si intenté en mi media lengua un saludo indeciso que ella no percibió. Se instaló como para vivir muchos años, poniendo cada cosa en su sitio y en su orden, hasta que el lugar quedó tan bien dispuesto como la casa ideal donde todo estaba al alcance de la mano. Mientras lo hacía, el sobrecargo nos llevó la champaña de bienvenida. Cogí una copa para ofrecérsela a ella, pero me arrepentí a tiempo. Pues sólo quiso un vaso de agua, y le pidió al sobrecargo, primero en un francés inaccesible y luego en un inglés apenas más fácil, que no la despertara
por ningún motivo durante el vuelo. Su voz grave y tibia arrastraba una tristeza oriental.
Cuando le llevaron el agua, abrió sobre las rodillas un cofre de tocador con esquinas de cobre, como los baúles de las abuelas, y sacó dos pastillas doradas de un estuche donde llevaba otras de colores diversos. Hacía todo de un modo metódico y parsimonioso, como si no hubiera nada que no estuviera previsto para ella desde su nacimiento. Por último bajó la cortina de la ventana, extendió la poltrona al máximo, se cubrió con la manta hasta la cintura sin quitarse los zapatos, se puso el antifaz de dormir, se acostó de medio lado en la poltrona, de espaldas a mí, y durmió sin una sola pausa, sin un suspiro, sin un cambio mínimo de posición, durante las ocho horas eternas y los doce minutos de sobra que duró el vuelo a Nueva York.
Fue un viaje intenso. Siempre he creído que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una mujer hermosa, de modo que me fue imposible escapar ni un instante al hechizo de aquella criatura de fábula que dormía a mi lado. El sobrecargo había desaparecido tan pronto como despegamos, y fue reemplazado por una azafata cartesiana que trató de despertar a la bella para darle el estuche de tocador y los auriculares para la música. Le repetí la advertencia que ella le había hecho al sobrecargo, pero la azafata insistió para oír de ella misma que tampoco quería cenar. Tuvo que confirmárselo el sobrecargo, y aun así me reprendió porque la bella no se hubiera colgado en el cuello el cartoncito con la orden de no despertarla.
[...]


Como pueden observar, en este relato de melodía exquisita predominan las frases largas y coordinadas (y, y, y), pues la historia nos transmite una sucesión de acontecimientos, el transcurso de una noche de amor. Esa es la música de fondo de la voz del narrador. No obstante, se cuida bien de introducir de vez en cuando frases cortas que nos espabilan y rompen la letanía como toques de platillos (“Me quedé sin aliento”, “Fue un viaje intenso”...), así como frases subordinadas en la que los matices se superponen acumulativamente (“Siempre he creído que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una mujer hermosa, de modo que me fue imposible escapar ni un instante al hechizo de aquella criatura de fábula que dormía a mi lado”). Asimismo, nos encontramos a lo largo del relato con párrafos cortos, de longitud media, y largos.


Por supuesto, el ritmo de la voz del narrador tiene mucho que ver con el estilo del escritor, pero también en buena medida con la historia que nos cuenta, y con la habilidad para evitar la monotonía o la dispersión. En conjunto, los relatos son como una sinfonía, con un ritmo de fondo y variaciones que se van desarrollando en consonancia con el contenido. Son técnicas que el escritor usará, en general, de forma intuitiva, pero que a la hora de revisar habrá de tener en cuenta.


Propuesta de Trabajo


Una persecución


Ponte en esta situación: vas por la calle una noche, alguien sale de una bocacalle y se pone a perseguirte, tú echas a correr. Se produce una persecución. Narra esa escena.


A continuación, fíjate en el ritmo del discurso. ¿Qué longitud tienen las frases? ¿Cambiaría el ritmo si fueran más cortas o más largas? ¿Cómo crees que se podría mejorar el ritmo de la historia?